Antes de nada, siento mucho haber dejado esto tan descuidado, pero es que ha sido una semana bastante caótica y entre unas cosas y otras, al final lo he ido dejando. De momento sigo siendo el rigor de las desdichas en materia de telecomunicación, me explico:
a) No hay novedades con respecto a mi teléfono. Parece ser que me lo iban a mandar la semana pasada (me dijeron los de la compañía que "el lunes a primera hora, sin falta"). Según la señorita de la oficina pertinente, me lo mandaron el día 21 por servicio expres, lo cual quiere decir que debería haberlo recibido a los dos días, o sea, el 23, miércoles. A día de hoy sigo sin saber nada de mi móvil. Les he mandado un mail para decirles que o lo recibo antes de mañana o que me devuelvan el dinero y me compro otro en cualquier otro sitio.
b) Esta semana fue la de los apagones. Tuvimos un temporal de viento que no se podía salir a la calle. Las ramas de los árboles eran arrancadas de cuajo y la gente tenía que salir a la calle con tanques para que no los empalara una ramita extraviada. Por supuesto, en un lugar tan bien comunicado como éste, eso no supuso el mayor problema. Sólo tuvimos DOS apagones que duraron apenas tres horitas cada uno. Mención aparte merece el hecho de que el servidor de la universidad casi revienta y tuvieron que arreglarlo (o algo de eso me imagino) porque estuvimos dos días sin internet.
c) Y encima he perdido mi adorado USB Kingmax de 4 gigas, con lo chiquitito y lo mono que era. Se me cayó del bolsillo durante el temporal de viento (creo) así que a estas horas debe estar casi llegando a España. Si lo veis, guardadlo, que me gustaría recuperarlo. Afortunadamente, no tenía datos importantes dentro (nada que no pudiera recuperar o de lo que no tuviera una copia de seguridad en mi disco duro externo) por lo que el daño sólo ha sido material. Me he tenido que comprar otra memoria usb pero no hay que lamentar víctimas.
El fin de semana pasado, aprovechando que yo ya había entregado todos mis assignments (trabajos que cuentan para la nota) nos subimos al Monte Keira, que es algo así como el estandarte de la ciudad. Un estandarte con forma de montaña.
La mayoría ya sabéis que yo por el monte me desato, así que gocé como un gorrino en un charco. El lugar era precioso, daba la sensación de estar caminando por en medio de una jungla, pero con un caminito perfectamente delimitado por las pisadas de los senderistas, unas piedras que señalaban los límites, unos tablones colocados casi aleatoriamente a modo de escalones (aunque la mayoría parecían más trampas de cazador furtivo) y los bofes de todos los que habían pasado por allí antes que nosotros. He de admitir que acabé cansado, y eso que cuando vamos de vacaciones al pueblo me hago mis buenas caminatas/escaladas (claro que en esos casos me llevo a mi perra Gilda, con lo que se me hace bastante ameno). En esta ocasión venían conmigo:
- Juan, el chico colombiano, ya os lo presenté en mi entrada anterior.
- Eli, la chica colombiana, también os la presenté.
- Hamed, un iraní que comparte unidad con Juan. Es muy simpático, aunque Eli le tiene cierta manía porque dice que pasa más tiempo arreglándose que ella (aunque luego admite que se pone cachondísima con sólo verlo).
- Kelly, una chica China que comparte unidad con Hamed y con Juan. En realidad, Kelly no es su auténtico nombre. Parece ser que es costumbre entre los asiáticos en general adoptar nombres que los anglosajones puedan pronunciar más fácilmente. Por mi parte, renuncio a intentar transcribir su auténtico nombre.
Y, ¡SÍ! Tengo fotos del evento. Pero una vez más, las tendré que subir en otro post, cuando me las pase Hamed (soy un desastre, no se las he pedido aún).
Por otro lado, parece ser que en lo que es el ámbito culinario de la residencia me estoy haciendo un nombre. Después del éxito de mi tortilla de patata (catada, ingerida y digerida satisfactoriamente por varias personas) lo normal es que siempre tenga alguien comiendo en casa. Lo cual está muy bien porque suelen traerse sus propios ingredientes para que yo se los cocine, con lo que termino siendo invitado a comer (además, doble premio porque luego no me dejan fregar los platos ("No, no, que bastante haces que cocinas", me dicen). Entre eso y el éxito obtenido tras mis dos enfrentamientos con la lavadora y la secadora (2-0, voy ganando) estoy bastante orgulloso de mí mismo.
Lo único que me molesta un poco es que mis compañeras de unidad no parecen muy predispuestas a mantener la casa en un estado habitable.
Corrijo: No parecían.
Parece ser que la costumbre Australiana es acumular mierda hasta que no pueden caminar sin tropezar con una lata o pisar un trozo de pizza rancia, y entonces es cuando limpian un poco (lo justo para dejar un senderito para poder caminar sin mancharse nada).
Bien, la cosa es que hoy he tenido una "conversación" con ellas. Básicamente les he dicho que, personalmente, me da igual cómo tengan las habitaciones (que ésa es otra) pero que las zonas comunes tienen que estar presentables y utilizables. Y casi no he gritado.
Total, que la casa ha quedado bastante bien.
Si estuviera aquí mi madre, yo creo que daría un notable alto.
Bien, de momento eso es todo. Seguiré informando en cuanto tenga las fotos de la visita al monte Keira.
Saluditos desde Australia :)
1 comentario:
Tu madre muy orgullosa de lo cocinilla que eres, explora la posibilidad de montar un restaurante, el tio Jose igual te ayuda con las paellas. Lo de la limpieza del cubíl ya me lo temía, por lo guarros que son los del imperio y colonias, no en vano Woody escribio lo de " aquella cosa con plumas resultó ser mi sobrino" Traducido, "aquel montón de mugre resultó ser un alumno del curso pasado" no dejes de escribir.
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