martes, 22 de julio de 2008

Día 19: 22 de Julio, Mi visita a las ballenas :)

¡Buenas, gente!

Perdón por no actualizar, pero ya sabéis cómo es lo de internet aquí...

Pues sí, volví del viajecito de las ballenas. La verdad es que fue aún más interesante de lo que me esperaba... He de decir que no tengo fotos de los eventos, AUNQUE mi amigo Cristian, un italiano estudiante de Dirección y Administración de Empresas que no tenía otra cosa que hacer más que venirse a Australia, me dejó su cámara en los momentos críticos. Aún no tengo las fotos, pero en cuanto las tenga las subiré.

De momento, voy a contaros un poco del viaje:

Partimos el día 18 (viernes) tras la última jornada de Orientación. Bueno, eso los que la tuvieron, porque a los que pertenecemos al programa Study Abroad nos chulearon vilmente con los horarios. Resulta que aquí es distinto ser Study Abroad, Exchange Student o International Student. Eso mola mucho cuando te lo explican, pero si no te pasará como a mí, que me acabé metiendo en una reunión de lo más formal y me tragué media hora de rollo macabeo para luego darme cuenta de que no tenía que estar allí (menos mal que se me ocurrió preguntar a uno de los organizadores).

Tras mi descubrimiento sobre mi situación personal en el orden jerárquico de la escuela y la subsiguiente presentación, me dirigí a preparar mi mochila (dos calzocillos, un par de calcetines y un pantalón resuelven cualquier situación) y luego a coger el autobús, que se suponía que nos recogía a las 2 de la tarde (se nos había advertido que fueramos puntuales, bajo pena de evisceramiento).

Llegó a las 2:34.

Por supuesto, todo el mundo estaba extrañadísimo, sobretodo los pertenecientes a la etnia local, que no se podían explicar un retraso semejante sin que hubiera habido al menos un cadáver que pudiera abrir una posible vía de investigación que eventualmente justificara el suceso. Yo, después de lo del aeropuerto de Barcelona, ya estaba curado de espanto. El conductor, Darrel, se disculpó brevemente con nosotros, echó una larga mirada al género femenino y nos abrió los compartimentos de las maletas para que fuéramos dejando los bultos mientras pasaba lista con los asistentes. Por cierto, parece ser que nos faltaba una tal Ashley la cual nunca llegamos a saber si estaba viva, muerta o agonizando en una cuneta.

Tras ponernos cómodos, Darrel nos avisó que tardaríamos aproximadamente tres horas en llegar a Newcastle, nuestro destino. Una hora para llegar a Sidney, una paradita para repostar y comulgar con la naturaleza y un viajecito nocturno la mar de agradable.

Por supuesto, en el tiempo estimado de llegada, no contaban los 20 minutos que estuvimos vagando por Newcastle buscando el albergue del YHA local, con cierto cachondeo en el bus a costa del conductor, que nos reía las gracias y que se hizo un hueco en el grupo rápidamente. Darrel nos advirtió que, como pudimos comprobar, la vida nocturna de Newcastle los viernes por la noche no era gran cosa a pesar de ser una ciudad universitaria. Además, al día siguiente teníamos que levantarnos a las 7 de la mañana para poder llegar a las 9 a coger el barco que nos llevaría a ver ballenas y el cual no salía hasta las 10 (supusimos que Darrel necesitaría al menos cuarenta minutos para orientarse, vista la maniobra para encontrar el albergue, y que estaba apostando sobre seguro).

En un periquete hicimos los grupos para compartir habitaciones de tal manera que 30 personas pudiéramos ocupar 40 camas.

Fue así.

Es inútil que le deis más vueltas.

Por supuesto, el mero hecho de tener que levantarnos a las 7 de la mañana no fue óbice que saliéramos un rato a ver eso de la vida nocturna de Newcastle. Cabe mencionar que todavía no he visto un pub en Australia que no tenga una sala de máquinas con al menos 10 máquinas tragaperras y dos mesas de VideoBingo. Y, tal y como Darrel había mencionado, el local estaba absolutamente vacío aparte de nosotros. Los que se quedaron hasta "tarde" volvieron a eso de las 10 de la noche, aburridos como una ostra.

Y a las 7 menos cuarto nos despertamos al día siguiente. El desayuno estaba dispuesto para nosotros y consistía básicamente en un montón de leche y cajas de cereales variados. Tuvimos que lavar nuestros platos, porque los albergues funcionan así. Y daban cuatro buenas razones para llavar tus platos, a saber:
- Tu los ensuciaste.
- Así nos ahorramos contratar personal, lo que mantiene nuestras tarifas lo más bajas posibles.
- Es una buena práctica para cuando salgas a cenar y te olvides la cartera.
- Lavar los platos hace que uno parezca más sofisticado, elegante, inteligente, guapo y atractivo para los miembros del sexo opuesto.

Eso estaba puesto en carteles en las cocinas del albergue. Sí, unos cachondos.

Después nos encaminamos hacia el puerto, llamado Nelson Bay (no se me ocurre ningún personaje histórico por el que le hayan podido dar ese nombre ahora mismo). Mientras Darrel daba aviso a la tripulación del Imagine Cruise, el barco que nos llevaría a ver ballenas (garantizado que verán ballenas o les devolvemos el dinero), de que habíamos llegado, tuvimos tiempo para pasear por el puerto. Me llamó mucho la atención ver un delfín (sí, sí, un delfín) que se había colado en las mismísmas aguas del puerto. Una amiga suiza, Nadine, se cachondeó de mí diciéndome que lo que había visto habría sido seguramente un arenque. Afortunadamente hubo más testigos que certificaron mi historia, así que... Nadine, no me gusta decir que te lo dije, pero...

¡SÍ! ¡EN TU P*** CARA! ¡CHÚPATE ÉSA!

En fin, ¿por dónde iba? Ah, el crucero.

Fueron cuatro horas de navegación de lo más agradables, sintiendo el (gélido) viento marino en la cara mientras me cortaba los labios como una navaja. Me lo pasé como un enano. Sobre todo porque venían con nosotros un par de vascos que dijeron que ellos había crecido en la costa y que no les importaba el meneo de las olas.

Tardaron 5 minutos en vomitar hasta el cerebro por la borda.

Los que ya me conocéis sabéis que todo lo que sea ver bichos me apasiona, básicamente por eso elegí este viaje. No soy capaz de describir la sensación que tuve cuando vi las ballenas... pero no fue ni la mitad de lo que sentí al ver los delfines acompañándonos durante la travesía, aprovechando la estela del barco para saltar y nadar más rápido. Para mi sorpresa, todo el mundo estaba más interesado en ver las ballenas, que emergían y se sumergían a intervalos regulares de 5 minutos, con lo que mientras estaban bajo el agua yo me dedicaba a mirar los delfines, a los que nadie hacía el menor caso. En cuanto tenga las fotos las cuelgo, porque merece mucho la pena verlas.

Después, volvimos al puerto para comer. Había bastante donde elegir, la mayoría restaurantes de comida rápida como Subway (algo así como un Pans & Company, pero con sabor) y McDonalds (dato curioso: Aquí Burger King se llama Hungry Jack's. Investigaré el hecho). Ya que estábamos en el puerto, decidimos ir a comer al restaurante local y pedir pescado, ¡más fresco, imposible!

Terminamos comiendo en el Fish&Chips que había justo debajo del restaurante (los peces debían salir del mismo sitio, al fin y al cabo). Los precios que habíamos visto conferían al término "Abuso" un significado casi místico. Estamos hablando de 18 dólares por persona (mínimo). Y eso si no pedíamos nada para beber y nos traíamos los cubiertos y la vajilla de casa. La idea del Fish&Chips (que por cierto fue un éxito) provino, por supuesto, de dos especímenes con los que compartía habitación en la YHA: Ross y Richard, ambos súbditos de la Reina Madre y orgullosos hijos de Inglaterra (y fervientes admiradores del genial Douglas Adams (gloria a su alma), escritor de The Hitchhiker's Guide To The Galaxy (La Guía Del Autoestopista Galáctico), por lo que les cogí un cariño especial).

Tras ello, nos fuimos a hacer SandBoarding, que consiste, básicamente en coger una tabla parecida a las de snowboard y tirarse pendiente abajo por las dunas de un desierto... Por supuesto, no hay telesilla. Lo bueno que tiene el sistema es que si no te abres la crisma al caerte de la tabla, siempre puedes descuajaringarte vivo subiendo la pendiente a puro huevo. Además, para que la cosa tenga un atractivo añadido, la arena es de la más fina que he visto en mi vida, con lo que no era raro hundirte hasta las rodillas en cada paso. Y por si os lo estáis preguntando: Es de las cosas más divertidas que he hecho en la vida. Las tablas están diseñadas para ir sentado sobre ellas, de manera que es algo así como un trineo de arena. Sólo hubo una persona que se atrevió a hacerlo de pie. El muy gilipollas terminó lleno de arena hasta las cejas, fue de lo más gracioso.

Después de la paradita en el desierto, fuimos hasta la playa, aunque antes devolvimos las tablas en una especie de club náutico que estaba por ahí cerca (donde, afortunadamente, había unas duchas donde me pude quitar la arena de las cejas). Una vez en la playa, no pude evitar remangarme los pantalones, quitarme los zapatos y pasear por la orilla de la playa (hacía unos 17 grados, así que frío ninguno). Por supuesto, eso significa que me acabé metiendo en el agua hasta las rodillas. No sé si era porque me había acostumbrado o por la hipotermia, pero os aseguro que el agua estaba más caliente de lo que parecía en un principio.

Reventados y llenos de arena, llegamos al hotel, donde nos dimos una ducha e hicimos un castillo de arena con lo que nos sacamos de los zapatos, pantalones, bolsillos, camisetas, pelo... Se suponía que era la noche de salir y había que prepararse. El ritual de preparación de los australianos no difiere en absoluto del español, sólo que en lugar del calimocho lo que pintan son las cervezas y en lugar de a las 10 de la noche se comienza a las 6 de la tarde. Fuimos hasta un local que se llamaba The Brewery... Buscadlo en el diccionario y me contáis. Lo único a destacar de la noche fue que se me ocurrió salir a tomar el aire y que no me dejaron volver a entrar porque decían que estaba demasiado borracho y que parecía que hablaba raro... Lo cual no era cierto (y puedo demostrarlo). Intenté explicarle al puerta que lo que me pasaba era que era español, de ahí el acento... pero nada, siguió en sus trece. Lo cual he de decir que me parece una tontería, porque dentro había gente que SÍ que estaba borracha y nadie se preocupaba de ellos... En fin, lo di por imposible...

Finalmente, llegamos al hotel y nos tiramos a dormirla. Al día siguiente nos levantaríamos a las 8 para ir a Hunter Valley, una de las zonas de viñedos más extensa del mundo, donde nos someterían a 3 catas de vino del país (algunos bastante buenos, otros sólo de uso externo). Lo más reseñable de estas visitas fue un brebaje que probamos en la última cata llamado Dragon Breath (aliento de dragón). Se trataba de un vinito hecho con chile.

17 grados. Pica que jode.

Usar sólo en zonas al aire libre o ventiladas.

Mantener lejos del alcance de los seres humanos.

Y eso es todo, aparte de una visita al Zoo de Hunter Valley... aunque eso prefiero comentarlo cuando tenga las fotos, porque... la verdad es que fue una de las experiencias más agradables de mi vida.

Saluditos desde Australia :)

5 comentarios:

Unknown dijo...

Me queda la duda de que era el "aqua golf" que decían los folletos, con posibilidad de conseguir premios, decían. Me alegro que te lo hayas pasado bien y estoy deseando ver las fotos. Por último lo de la Nelson bay, ni idea, para mejor ubicación renómbrala Trafalgar bay, para entendernos, despues de todo al memo ese nos lo cargamos los españoles. Ademas ya sabes que los anglosajones están muy mediatizados "Costumbre Yanki sin duda"

Anónimo dijo...

Diox, antes eran los gallegos, pero ahora hay vascos hasta en la luna! Me alegra ver que ya vuelves a ser tú sin necesidad de todos nosotros.
Qué gozada de viaje! Por cierto, tú que haces que no estudias veterinaria o biología marina? En fin.
Muchos besos desde Cuinncaa!

Daniel San dijo...

Me he estado riendo un buen rato con lo de la arena en las cejas... =)

Supongo que no llegaste a tocar a los delfines pero cuando yo lo hice en el Caribe, definiría la sensación como "tocar una rueda mojada".

Por lo que nos cuentas de la noche australiana... todo los indicios apuntan a que los aborígenes y demás seres de aquellos lares no conocen lo que es divertirse (con o sin alcohol). Sólo hace falta ver lo bien que lo pasan cuando vienen a las fiestas de San Fermín.

Ansío ver esas fotos que nos prometes...

Daniel San dijo...

Javiééééééééé!!!!

Me piro una semanita a Italia y desde allí no creo que pueda seguir tu blog :(

Me queda el consuelo de saber que voy a estar más cerca de ti ;)

A la vuelta prometo leer todo lo atrasado, que espero que sea mucho y de calidad, como hasta ahora.

Anónimo dijo...

Tio, lo siento, pero soy incapaz de dejar de pensar en lo de que 30 personas ocupen 40 camas.

¿Habia algún tipo de hacha o sierra implicada?